(Instituto Superior Juan XXIII, Bahía Blanca) – Con motivo de las seis décadas de la creación de la Institución en Bahía Blanca, el Director del Instituto Superior Juan XXIII, Adrián Mandará, compartió con toda la comunidad una semblanza para recordar y celebrar los primeros 60 años.
Verdad, vocación y vida
“Estamos sembrando, vendrán otros a cosechar, porque trabajamos en una proyección de largo alcance y a largo plazo…”
– P. Osvaldo Francella, sdb, Fundador del Instituto 29/3/60
No fue casualidad, ni mucho menos resultó injustificado, que quienes soñaron y levantaron a nuestra institución, eligieran el nombre de Juan XXIII para bautizarla.
Llamarla así fue toda una toma de partido, una declaración de principios.
“Muchos me han considerado un hombre hábil e inteligente: quiero decirles que lo único que siempre he tratado de hacer es de decir siempre la verdad”, dijo alguna vez el llamado “Papa Bueno”, cuando tal vez el mundo no era lo que es hoy, pero en algunos aspectos ya se encaminaba a serlo.
De allí que el concepto de verdad, de amor por ella, de búsqueda y respeto de aquello que pueda ser considerado como tal, constituye uno de los pilares fundamentales de lo que somos.
Cuesta poco imaginar la impronta del P. José Del Col y su pasión y devoción por el idioma latín utilizándolo en la elección del lema del instituto: “Verum effundere ad bonum”. Y lo cito sin la menor pretensión de mandarme la parte ni aparentar una erudición que no tengo. Lo hago tan sólo porque el salesiano fundador y primer Rector P. Osvaldo Francella, u otro hombre que también lo ha hecho todo por aquí como el salesiano P. José Del Col (segundo Rector), allí donde estén, se van a sentir encantados de este intento de: “Difundir la verdad en orden al bien”.
Aunque para siempre situado bien cerca de las raíces de casi todas las cosas, el latín puede haber pasado de moda en épocas de pragmatismos exacerbados y acaso excesivos. Habría, eso sí, que tratar que lo que no quede fuera de usanza, es la vinculación entre verdad y bien.
Aun cuando hay pocas cosas que se mantienen y demasiadas que ya no están, toda vez que hemos encontrado oídos dispuestos a repasar la historia sobre cómo se hizo todo esto, hay un detalle que siempre llama la atención y despierta una saludable y atractiva incredulidad.
Durante gran parte del tiempo que demandó iniciar la construcción del edificio de Vieytes y Gorriti, justo en la esquina se ubicó durante un par de años una gigantesca alcancía de vidrio. En ella, los bahienses que pasaban podían colocar su contribución a la obra. No fueron los únicos aportes ni los principales, pero sí tal vez los más significativos para comprobar la consustanciación entre los salesianos, el instituto y su comunidad. Invariable, cuando se cuenta la historia y se la evalúa con ojos y sensaciones de hoy, surge la misma pregunta: “¿Y nadie rompió el vidrio para llevarse el dinero?”. La respuesta siempre es la misma: “Jamás”. Y tal vez, mucho más en días en que la Naturaleza nos vino a sacudir todas las estructuras que creíamos establecidas e inamovibles, esto nos quiera decir algo.
¿Cómo pudo ser posible que cifras que hoy alcanzarían tal vez para comprarse un buen automóvil, estuvieran allí efectivas, físicas y expuestas, las 24 horas del día y tan sólo separadas por un cristal de un rapto de codicia irreprimible?
Con bastante más audacia que irresponsabilidad y con mucha más esperanza que ingenuidad, ese fue el espíritu que animó al “Quijote” P. Francella y los muchos “Sanchos” fundadores, que mantuvieron, quienes los sucedieron y tratamos de divulgar, quienes tenemos el honor y la responsabilidad de prolongar sus legados, y esa, es nuestra VOCACIÓN.
De seis décadas, de miles de jóvenes y sus familias, docentes y trabajadores hay mucho que contar. Nos regocijaron muchas alegrías y nos atravesaron algunas tragedias, algunas que nos situaron en un contexto histórico, como para dejarnos en claro que no somos un hecho aislado sino fundido con un país, una ciudad y sus avatares.
Los datos históricos hoy en día son mucho más sencillos de obtener por precisión y están disponibles para quien desee o necesite saberlos o repasarlos. Aun de un repaso somero, surgen nombres propios conocidos a reconocer como por ejemplo la primera MUJER Directora, tercera rectora del Juan, nuestra querida Marisa Mediavilla, muchos salesianos laicos y religiosos, y también algunos que hoy ya no están y forman parte del paisaje u ocupan elevados sitiales en un imaginario santoral de la cultura bahiense y de la educación en general.
Por eso, más que la transcripción de información objetiva y hasta apasionante, porque nos habla de épocas, movimientos, usanzas, situaciones económicas, el reto –casi como sucede con tantas otras cosas en este momento del mundo—consiste en ver como ponemos este acceso ilimitado a la memoria y a la información en beneficio del ser humano en particular y de la VIDA en general.
Y aquí es donde aquello que tanto gustaba a mi querido P. Del Col de asemejar a Nuestro instituto con un faro vuelve a cobrar sentido: más allá de que algunos hemos tenido el privilegio de encontrarle el sentido a nuestras existencias y a ello nos hemos dedicado por completo, no ha sido esa la misión original y sustancial de quienes concibieron esta obra. Más bien todo lo contrario: tuvo desde su inicio un afán de irradiación y multiplicación tanto del conocimiento como de determinados valores que, incluso, aunque parten de una profunda identidad religiosa, trascienden a una confesión y logran situarse en un auténtico e integral humanismo.
Ahora que, por motivos inquietantes, se han puesto en boca de todos las proyecciones geométricas, las curvas y las estadísticas, tal vez sirva plantearse un ejercicio similar con una finalidad más alentadora y preguntarse cuántos docentes, cuántos técnicos de cuantas disciplinas, formados en nuestras aulas, habrán sido decisivos para la formación y la vocaciones de cuántos estudiantes, muchos de los cuales, a su vez, tuvieron en esa educación el basamento para impulsarse ellos mismos a estudios superiores y superadores de infinidad de disciplinas.
Acaso sirva antes que la esterilidad de exprimir las neuronas en un cálculo a priori tan inexacto como vano, no rendirse ante, si no celebrar la abrumadora evidencia de que el Instituto Superior Juan XXIII no es ni quiere ser en sí mismo un puerto si no tan sólo alumbrar el recorrido para que quienes pasan por nuestras aulas puedan construir su propio trayecto e incluso usarlo como plataforma para nuevos desafíos. Eso sí: sin dejar nunca de lado aquello de VERDAD, VOCACIÓN Y VIDA.
Y como se debe intentar predicar con el ejemplo como mejor forma de enseñanza, también nosotros mismos procuramos tomar muy en serio eso de animarse a crecer para seguir sin por eso renunciar ni arriar banderas y principios.
Así es que estas seis décadas nos encuentran en la tarea de consolidar la denominada “Casa Salesiana de Educación Superior”, conformada tanto por el Instituto como por la Universidad Salesiana, en un reconocimiento de que estos tiempos requieren de nuevas respuestas formativas, formaciones y capacidades, pero al mismo tiempo, de mantener y refundar aquellas que nos permitieron llegar hasta aquí.
Es decir, sesenta años de trayectoria por un lado, que soportan como un muy buen y perpetuo cimiento a un desafío académico complementario y superador.
Así, todo junto, aunque pueda escribirse separado y en realidad debería verse como un INSTITUTO QUE TAMBIÉN GERMINÓ EN UNA UNIVERSIDAD y nada menos que una universidad que proviene y se proyecta de un INSTITUTO.
Hasta quien sabe los tiempos, dentro de medio siglo, más o menos, demanden un nuevo reto y haya que asumirlos sin por eso perder ni renunciar a un solo centímetro de lo recorrido hasta aquí, si no contabilizarlo como un logro de toda una ciudad y su región.
Adrián Pablo Mandará
Director General
(Casa Salesiana de Educación Superior)
Instituto Superior Juan XXIII – Universidad Salesiana
ARGENTINA – BAHÍA BLANCA – 29 de Marzo de 2020
(Día de que se celebra la fundación del Instituto Superior Juan XXIII)
Publicado por: Maria Inés Gea